Morir por unos tirantes. Por Javier García Isac


Morir por unos tirantes. Por Javier García Isac
Resultado de imagen de tirantes bandera españa laínez

Cuando sucede un hecho que me encabrona en exceso, prefiero dejar pasar unos días de reflexión para que mi ira inicial no nuble mi juicio, mi objetividad. Victor Láinez fue asesinado en Zaragoza, su delito, llevar unos tirantes con la bandera de España que provoco “el malestar” de unos individuos.

El golpe mortal y por la espalda que le costó la vida, parece ser lo asestó un joven de origen chileno, Rodrigo Lanza, viejo conocido de la justifica española, culpable y condenado por dejar tetrapléjico a un guardia urbano en Barcelona, padre de cuatro hijos al que él y sus amigos una vez en el suelo, siguieron apedreando, rompiéndole el cráneo por cuatro sitios distintos. Este antiguo acto de valentía sin límites le valió el homenaje de varios periodistas de “reconocido prestigio” como Jordi Évole, Julia Otero y algún que otro cantamañanas más, así como un documental varias veces premiado en las esferas nacionales e internacionales.

Por lo que se ve, este tipo de perfiles “molan” a una parte importante de los medios de comunicación españoles: dejar tetrapléjico a un miembro de las fuerzas de seguridad del Estado debe ser un acto de reconocido antifascismo.

Rodrigo Lanza forma parte de esos colectivos de izquierda autodenominados “antifascistas” y que a pesar de sus actividades delictivas y violentas, son protegidos por los llamados “Ayuntamientos del cambio”, cuya permisibilidad con estos grupos, les hace cómplices y responsables subsidiarios de sus actos. Los ayuntamientos del cambio, gobiernan con el apoyo de lo que conocemos como izquierda “presentable”, como si pudiéramos hablar de una izquierda presentable en este país, es decir, por los socialistas del PSOE, que no tienen empacho en dar cobertura a estas peculiares alcaldías.

Urge una investigación profunda, que depure responsabilidades del papel que juegan determinadas administraciones locales en la protección de colectivos delictivos de izquierda. No podemos consentir que estos grupos violentos, estén en locales municipales que nos pertenecen a todos los ciudadanos, y sobre todo, la cobertura mediática y legal de la que disponen.

También urge conocer de una vez por todas, las actividades que realizan y los mensajes que se imparten en estos centros. Alguien debe explicarnos por qué se les protege y se les alienta, por qué se les consiente y por qué no se toman medidas efectivas para erradicar de nuestra sociedad a estos parásitos, a estos maleantes y delincuentes que pretenden atemorizarnos a todos.

Ayer asesinaron a Victor Láinez, mañana podemos ser cualquiera de nosotros. La ley de la mentira histórica, la criminalización de una época, la tergiversación de la historia, así como la utilización perversa del lenguaje, constituyen un coctel perfecto, que sirve de cuartada para justificar el crimen y los actos violentos, sirven de cuartada para justificar el crimen de Victor Laínez.

La izquierda deshumaniza a la persona, a la víctima. Si eres tachado de facha, fascista, nazi, franquista, católico o simplemente español, es un “atenuante”. No tienen la percepción de matar a un ser humano, a una persona. El calificativo te hace ser una sub categoría de hombre que no es merecedor de ningún derecho de los que habitualmente reclaman para otros colectivos, y además, teniendo en cuenta que para el criminal, el violento, el asesino, es facha, fascista, nazi, franquista, católico o simplemente español, todo aquel que no piensa u opina como ellos.

La muerte de Victor Laínez, es el resultado lógico, la consecuencia esperada de la aplicación práctica de lo políticamente correcto. Sembraron odio hacia el diferente, criminalizaron una idea y esto les legitima para la eliminación física, no solo teórica, del que no les gusta. Sin darnos cuenta, aceptamos como políticamente correcto, lo que no es correcto, lo malvado y el odio.  

El crimen de Victor Laínez no puede, no debe quedar impune. Exigimos justicia, y exigimos que los inductores intelectuales del asesinato, paguen por fomentar el odio y la criminalización de las ideas. Tiran la piedra, esconden la mano y alientan las conductas delictivas de individuos como Rodrigo Lanza, que no deja de ser el mamporrero de turno de todos aquellos que desde los despachos diseñan una nueva sociedad, diseñan una ingeniera social, donde los diferentes al pensamiento único y políticamente correcto, no tenemos cabida.



Javier García Isac