Sigo pensando
que lo del día 8 de Marzo fue una gilipollez. Por Javier García Isac.
Tengo por costumbre intentar dejar
pasar algo de tiempo antes de valorar una gilipollez, antes de irritarme por el
calentón del momento. El pasado ocho de Marzo, considerado como el día
internacional de la mujer trabajadora, como si el resto del año no trabajaran,
las mujeres estaban llamadas a una huelga feminista. A la perplejidad inicial
de semejante iniciativa, le siguió el estupor que provoco en mi el leer el
manifiesto de los convocantes y los comportamientos que aconsejaban como
medidas de protesta y que toda buena feminista debía seguir a pies juntillas si
no deseaba colaborar con el hetereopatriarcado.
Entre las recomendaciones de las
organizaciones convocantes, estaba una dirigida especialmente a las abuelas,
donde se les decía que ese día se negaran a cuidar de sus nietos. No sé el
alcance que esto haya podido causar entre las abuelas españolas, me temo que
muy poco, pues conociéndolas como las conozco, sus nietos son sagrados y están
muy por encima de mentes enfermas que hacen este tipo de recomendaciones. Otro
peculiar consejo, es aquel que instaba las mujeres que estuvieran en periodo
menstrual coincidiendo con el ocho de marzo, a no utilizar ni tampones ni
compresas. Como mal menor se aconseja utilizar la copa menstrual, aunque lo
ideal es el sangrado libre, el no ponerte nada para que la hemorragia fluya y
circule libremente por tu cuerpo y manche tu ropa y todos sepamos que te
encuentras en esos “días” del mes. En esta ocasión, tampoco tengo muy claro la
finalidad de la recomendación. Para serles a ustedes sincero, muy sincero, me
parece una cerdada donde posiblemente la más incómoda sea la propia mujer que
lo sufre, me refiero, claro está, al sangrado libre.
Entre las que de una u otra forma
habían mostrado su compromiso con secundar la huelga, se encontraban
periodistas como Julia Otero y la Reina Doña Leticia, que canceló todos los
actos oficiales previstos para ese día. Lo que no tenemos claro, es si ambas
periodistas, reina incluida, se encontraban en su fase menstrual y siguieron las
recomendaciones dadas por las organizaciones convocantes y si ese acto de
rebeldía sin límites, se enmarca dentro de un hecho puntual, o será la norma
habitual de comportamiento para el futuro. Tampoco trascendió, si ese día
nuestra reina, libero al servicio doméstico de sus obligaciones diarias o
incluso si su estilista y peluquera habituales no tuvieron que atenderla en tan
señalado día de protesta.
Entre otras personalidades de altura
que se sumaron a la huelga o mostraron sus simpatías hacia la misma, cabe
destacar la de Monseñor Osoro, el cual hizo una desafortunada comparación entre
la Virgen María y el movimiento feminista que prefiero no entrar a valorar.
Osoro es a la Iglesia Católica, lo que Gutiérrez Mellado fue al ejército
español. Osoro hace ya mucho tiempo que debió de colgar los hábitos e irse con
el Padre Angel a hacer demagogia y mala política populista. Debe pensar Osoro,
que el día que quemen la conferencia episcopal, como amenazan habitualmente
“sus amigos” a los que generosamente perdona en nuestro nombre, cuando nos
dicen “arderéis como en el 36”, en un reconocimiento implícito de que a alguien
quemaron, el será previamente avisado para que salga minutos antes. Hasta en
esto se equivoca. Estas majaderías que habitualmente suelta, tampoco le harán
merecedor del perdón de la chusma que no tendrá ningún reparo en llevárselo por
delante.
Lo más triste de todo esto, no es la
simpleza intelectual de aquellos que convocaron la huelga, ni lo rutilante o
esperpéntico de las propuestas, lo peor, es que de nuevo nos hacen ver como
normales comportamientos que no lo son. El próximo año, ya no hablaremos de la
celebración de la huelga feminista, hablaremos de la semana y después del mes
entero. ¿Les suena?
Javier
García Isac