Marcelino Camacho no es merecedor de una calle en Madrid. Por Javier García Isac
Es inmoral e inadmisible que una persona que aplaudió crímenes y atentados de ETA, una persona que era comunista, posiblemente la ideología mas atroz nunca antes conocida en toda la humanidad, y la causante de la muerte de más de cien millones de personas solo durante el siglo XX, tenga calle en Madrid. Es inmoral e inadmisible, que sea la propia alcaldesa de la capital de España, una de las ciudades más importantes de Europa, quien no solo lo ha consentido, sino que además lo ha promovido y alentado, en otro ejercicio más de cinismo y sectarismo al que nos tiene por desgracia muy acostumbrados. Es inmoral e inadmisible, que intenten hacernos ver que comunismo es sinónimo de libertad y democracia. Es inmoral e inadmisible que Marcelino Camacho sea objeto de ningún tipo de reconocimiento.
Desprecio profundamente al comunismo,
y desprecio profundamente a los comunistas, sobre todo a aquellos que sabiendo
la maldad de una ideología, persisten en su sostenimiento, en la mentira de
hacernos ver unas bondades que no tiene. El comunismo solo es terror, crimen,
corrupción, podredumbre, miseria y tiranía. El comunismo es ausencia de
libertad, imposición, engaño y desprecio al diferente, al disidente, al que no
se deja doblegar. El comunismo es camaleónico, cambia de cara, de mensaje, de
forma, pero nunca de fondo. El comunismo necesita de incultura y pobreza para
seguir engañando, para avanzar en una sociedad apática e influenciable.
Marcelino Camacho representaba esa
cara “amable”, “simpática”, me atrevería a decir que casi” bondadosa”, del
comunismo, un tipo con fama de honrado. Siempre con su pana y su jersey de
cuello vuelto. Nada de eso le hacia creíble. Todo lo contrario. Estos
individuos, estos sujetos que “caen bien”, son si cabe, todavía más peligroso
que todos aquellos a los que se les ven venir de frente.
Marcelino Camacho no es merecedor de
una calle en Madrid. Militaba en el PCE, cuando este partido colaboraba con
distintas bandas de asesinos y terroristas, cuando justificaban crímenes y
matanzas. Marcelino Camacho es un insulto a las víctimas del terrorismo y un
insulto a la libertad y la democracia. Marcelino Camacho dirigía un sindicato
de clase, subvencionado, plagado de golfos y vivideros, a los que poco importa
el obrero y la justicia social. Marcelino Camacho fue siempre un convencido del
comunismo, y forma parte de ese engranaje de lavado de cara, para engañar a
incautos e ignorantes.
Este país está mucho peor de lo que
imaginábamos, cuando consentimos que la historia sea tergiversada y manipulada,
cuando aceptamos como normal comportamientos que no lo son, cuando homenajeamos
a terroristas, asesinos y criminales, cuando normalizamos ideologías comunistas
y socialistas, cuando retiramos placas, estatuas, calles y plazas de nuestros
héroes y se las damos a miserables e indeseables, cuyo único merito en este
caso, es el de tener fama de coherente o llevar un jersey raido y sucio. Se
pone una calle a un comunista, y se la quitamos a un luchador por la libertad,
se la quitamos a un héroe, a un grande de este país, cuya polar en su vida, fue
su lucha contra la ideología maldita que representaba Marcelino Camacho y sus
secuaces. Honor al General Muñoz Grandes y desprecio absoluto a los miserables
que intentar ensuciar su nombre, y sobre todo a todos aquellos compañeros de
armas que con su silencio cómplice se convierten en colaboradores necesarios
para que la ignominia se imponga frente a la libertad y la verdad
Javier García Isac