Mercenarios del poder

Qué curiosa es la democracia que nos gastamos en España y qué conmovedor que aún alguien crea en ella, fuera de los parlamentos y de los partidos políticos, naturalmente, que es donde fabrican y manufacturan el sucedáneo que homologa y da por bueno, y hace legítimo y legal que el ganador de unas elecciones no gobierne y que se alcen al poder los perdedores de los comicios sumando los resultados de sus respectivas derrotas en las urnas.
Sólo esa trampa de trileros debiera bastar para que el pueblo al que llaman soberano entendiese que en España la democracia se ahoga en su fluido natal de las urnas y nace muerta porque no gobierna, necesaria y obligatoriamente, el partido más votado sino la suma de los partidos derrotados en las urnas. Lo acabamos de comprobar, ¡una vez más¡ en la reciente constitución de los ayuntamientos tras las últimas elecciones municipales y autonómicas.
El PP ha ganado las elecciones pero, al no hacerlo por mayoría absoluta, la suma de los perdedores e los comicios le ha arrebatado el poder en 11 capitales de provincia y en alguna comunidad autónoma. De victoria en victoria hasta la derrota final, como decía Talleyrand de Napoleón.
Tenemos pues una pseudodemocracia que no deja de ser honrada en su falta de honradez legal. No siento la menor compasión por el PP ya que acepta de buen grado que le atraquen democráticamente, acepta jugar a la democracia con las cartas marcadas y, pocos días antes de las elecciones su líder, Mariano Rajoy, declaró públicamente que no pensaba cambiar ni el sistema ni la ley electoral aunque le perjudicasen a él y a su partido.
Pues dicho y hecho. En una suerte de extraña y oportunísima justicia poética lo que don Mariano aventuró se ha sustanciado en realidades concretas: el PP gana las elecciones pero pierde poder, vence y retrocede, gana pero no gobierna.
Como paradigma de esa codicia e indiferencia ante cualquier moralidad democrática tenemos hoy a Maria Antonia Munar quien, con los 28.082 votos de ese chiringuito suyo llamado Unión Mallorquina, le ha arrebatado el gobierno al PP en Baleares y el futuro político a Jaime Matas, que obtuvo el 47% de los votos.
En Vascongadas y en Navarra, la visión y el olor de la muerte compran el miedo y el voto en las urnas y nadie hace nada para evitarlo. Al contrario, se homologan los resultados electorales dándoles todas las patentes de legalidad democrática. Y en el resto de España todos sabemos quien va a gobernar, antes incluso deque se abran los colegios electorales: el PSOE, gane o pierda las elecciones.
No votamos a estadistas, tampoco a políticos, ni tan siquiera votamos a representantes del pueblo. Votamos a mercenarios del poder.
Y a eso, aquí, le llaman democracia.

Eduardo García Serrano