PERSONA, NACIÓN Y ECONOMÍA

Debido a la desinformación, muchas veces intencionada con el pretexto de desmarcarse unas derechas de otras, es conveniente aclarar que los términos “derechas” e “izquierdas” son dos meros formulismos económicos, lo que sucede es que para justificarse se adornan con una serie de alicientes y ventajas para que, según se miren, sean más o menos atractivos de forma engañosa para las personas de hoy en día convertidas en “animales” votantes. Del mismo modo que las izquierdas despojan de toda capacidad moral a la persona para que de forma falaz crean que las están liberando de una carga, las derechas aportan lo que las izquierdas desprecian con el animo de justificar sus felonías disfrazándolas de falsos servicios a causas metafísicas.
Está clara una cosa, todas las derechas son partidarias de una economía liberal y todas las izquierdas se afanan para que el régimen del no-estado sea el dueño absoluto de todas las propiedades materiales, de esta forma, como la economía liberal tiene sus éxitos en la explotación de los recursos y del trabajo de las personas, los fines son los mismos; unos se disfrazan de Estado para ser propietarios de todo y de todos; los otros se “travisten” de nación y de religión para, del mismo modo, conseguir que una minoría sea la propietaria de lo mismo y de los mismos. Con toda certeza todas las izquierdas son marxistas y todas las derechas son liberales. Algunos argumentarán que el Anarquismo es de izquierdas y no es Marxista pero esto no es cierto por una simple razón, el Anarquismo es como el silencio, en cuanto se habla de él se le niega y, además, únicamente se basa en la destrucción de lo existente, sin posibilidad ninguna de creación. Por muy sanas que sean sus intenciones estás no se pueden realizar por la falta de un orden nacional. Son tremendamente interesantes las conclusiones del Sindicalista Revolucionario Sorel, en las que llega a demostrar que únicamente se puede aplicar la Justicia Social dentro del marco amoroso de la Nación.
El marxismo destroza las naciones, su historia y su cultura para inventarse otras basadas en el desarraigo, la tiranía, mientras que el anarquismo se queda en una especie de autogestión mundial, sin prioridades de orden superiores y metafísicas que ni siquiera serían aplicables a economías de aldea; porque estas crecerían hasta convertirse en naciones y desembarcarían en los mismos propósitos del liberalismo: un mundo que se promete feliz por la falsa libertad de hacer lo que a cada uno le plazca, “eres libre para explotar o ser explotado”, o sencillamente “eres libre para morirte de hambre por no tener medios para lo primero y no querer ser lo segundo”. De todas formas a esta gente podríamos tacharla de “ilusa” pero nunca de hipócritas; al contrario que los liberales que además de hipócritas son crueles. Todas las derechas son liberales, lo que sucede es que desvirtúan el término “liberal” y lo confunden con los sentimientos religiosos y eso es erróneo. Hoy hay tres tipos de liberalismo: el ateo, el confesional y el agnóstico, a los primeros la idea de Dios les estorba, los segundos la idea de Dios la utilizan y a los terceros la idea de Dios les trae sin cuidado, pero su propósito es el mismo, ser los dueños de los trabajadores, que es el “punto” en el que convergen con el marxismo pero, como se ha citado anteriormente, con diferentes caretas, con las cuales se mueven cómodamente dentro de las democracias liberales o de partido (partitocracia) plutócratas.
El deseo del Nacional-Sindicalismo es completamente distinto a todo esto. Creemos que el centro de todo debe ser la persona (Estado antropocéntrico), donde las grandes empresas de necesidad publica deben ser nacionalizadas y en algunos casos socializadas como servicio publico que deben considerarse, incluida la banca. Los medios de producción deben estar en manos de los trabajadores y, en consecuencia, la riqueza en manos de éstos, sin que esto signifique autogestión, pero sí las empresas deben repartir sus ganancias entre sus componentes o empleados, quedando para el empresario una parte igual a la de los trabajadores de su rango, siempre y cuando tome parte en la gestión. Lógicamente, habría diferencias de salarios, (nunca desproporcionados), para estimular así el conocimiento y la formación, pero nada más.
El capital puede ser dueño de la renta pero nunca de la empresa, porque se podrán tener muchos medios tecnológicos o inmuebles pero el principal patrimonio que una empresa tiene son sus trabajadores y estos no tienen dueño. Lo máximo que puede hacer el capital es pactar las condiciones por las que los trabajadores sean dueños de la empresa. Las pequeñas empresas y el trabajador autónomo tienen que ser garantes de economías privadas familiares. Para el buen orden y comportamiento de todo, el estado debe garantizar la Justicia Social por medio de un funcionariado nada numeroso, preparado técnicamente y con el aliciente de ser un noble servidor de su pueblo, removiendo las conciencias mediante la tensión del espíritu, siendo conscientes de que detrás de cada papel hay un problema social y humano que se debe resolver con eficacia, justicia y ligereza; lo cual debe ser recompensado con salarios dignos, dado que el Estado a través de las entidades financieras nacionalizadas tendrá recursos suficientes para el pago de los correspondientes nóminas sin tener que recurrir a ningún tipo de impuesto fiscal sobre los trabajadores, del mismo modo que el beneficio que tengan las empresas publicas debe ser destinado para aportar a los municipios los medios necesarios para que las personas se desarrollen de forma íntegra, garantizando también y aumentando en muchos casos las prestaciones de la Seguridad Social.
Como se puede comprobar, nuestro Estado, por justo, es diferente a todo lo demás, y por intelectual y humano, superior.
El Estado al preocuparse por los jubilados, los presentes y las generaciones venideras sirve permanentemente a la Patria, por eso todo atentado al Estado y a la Nación, tanto territorial, anímico, físico o metafísico será castigado con severidad hasta las máximas consecuencias dependiendo del daño causado y de la intencionalidad del mismo.
El Estado lo componemos todos, todos debemos aportar lo mejor de nosotros mismos y debe protegernos de cualquier mal y ampararnos ante cualquier necesidad, garantizándonos las libertades personales, físicas, espirituales e intelectuales, sin necesidad de partidos políticos, separatismos, ni diferencia de clases.

UNA SOLA CLASE SOCIAL ¡LA DE TODOS LOS ESPAÑOLES!

UN SOLO TÍTULO ¡EL DEL TRABAJO!

Carlos Rodríguez. Jefe Nacional del Sindicato TNS.

¡Ningún Español sin Trabajo!

¡Ningún Trabajo sin Dignidad!