40 años de democracia, nada que celebrar. Por Clara Méndez  

40 años de democracia, nada que celebrar. Por Clara Méndez  

Ayer se celebraba a bombo y platillo cuarenta años de ésto que han venido a llamar democracia. Las Cortes Españolas, en una de sus mejores sesiones circenses, se vistió de gala. Allí estaba la flor y nata de los estafadores de la Patria dando vivas a fulano y mengano, otorgándose a ellos mismos medallas por haber sumido a nuestro pueblo en la mayor de las debacles. 

Ayer, una señora de rojo aplaudía fervientemente el discurso de su marido cuando se refería a Franco como un cruel dictador, olvidándose de que Juan Carlos de Borbón, su padre, fue traído a España por ese mismo al que insultaba y denostaba. Juan Carlos de Borbón, a quien educó como un hijo, y en cuyas manos puso una corona, la misma corona que la familia del lenguaraz orador había perdido cuando voluntariamente renunció a ella marchándose de España mientras los españoles nos estábamos matando.

La misma corona que les ha permitido a él y a toda su estirpe vivir del cuento durante los cuarenta años. Pero, aunque yo no estoy para gaitas, entiendo que Felipe VI tiene algo que celebrar. Al fin y al cabo es una suerte que te traigan a casa las lentejas, y hasta las amiguitas de turno si es necesario, al menos esto último es lo que dicen las malas lenguas que hablan de Bárbaras y Corinas, vaya usted a saber...

El caso es que allí no faltaba casi nadie, los de traje y corbata pero guante blanco, los de la coleta y las cuentas repletas de dinero obtenido del democrático régimen de Venezuela, Aitor el del tractor y Rufián haciendo honor a su apellido y hasta las nietas de la Pasionaria.

No cabía un tonto más. ¿O sí?

Faltaba el padre de la criatura, pues… ¿no fue él quien traicionó los Pprincipios del Movimiento para traernos la democracia?

Hoy se queja Juan Carlos de no haber sido invitado al aquelarre, rugen sus más fieles, lo sacan los periódicos en grandes titulares, las televisiones en las tertulias. Pero no es para tanto, el Rey emérito no se quejaría tanto si hubiera aplicado más su tiempo estudiando la Historia de España.

Y es que Juan Carlos, o puedo llamarte Juanito campechanamente, entre tú y yo, Roma no paga a traidores. 


Clara Méndez