Las pancartas no son suficiente, por Javier García Isac

Resultado de imagen de eta bildu
Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de la banda izquierdista ETA. Veinte años de su secuestro y posterior ejecución con dos tiros en la cabeza. Su crimen desató una ola de indignación y movilización popular nunca antes conocido. Se asaltaron herriko tabernas y sedes de Herri Batasuna (H.B.), el brazo político de la organización terrorista, se tomaron las calles y por unas breves horas se llegó a pensar que algo estaba cambiando en España y muy especialmente en vascongadas.
Poco tardó en llegar la desilusión, en llegar el desánimo. Los partidos políticos y las instituciones, al comprobar que el asunto se les iba de las manos, decidieron apoderarse del dolor, de politizarlo en beneficio propio e inventaron esa cursilada conocida como el “espíritu de Ermua”, que no era más que una forma de canalizar la legitima protesta de la población, de “domesticar” la queja y la manifestación espontánea.
Hoy día poco queda de todo aquello. ETA ha ganado la batalla. La muerte de Miguel Ángel Blanco fue en vano. Terroristas y criminales puestos en libertad, simpatizantes y amigos de la organización terrorista ocupando puestos de responsabilidad en ayuntamientos, organismos e incluso presidiendo alguna comunidad autónoma. Presos cerca de sus domicilios y familias, partidos políticos que ni siquiera son capaces de sacar un comunicado conjunto condenando el terror. Ciudades importantes cuyos alcaldes no desean colocar simples pancartas de reconocimiento y recuerdo a Miguel Ángel en las fachadas de los consistorios. Fachadas que por otro lado son prestadas para todo tipo de jilipolleces y tontunas. Definitivamente, ETA ha ganado la batalla, un ministro del interior suplicando que la banda se disuelva, un tribunal constitucional que contrariamente a lo que opina el supremo, legaliza a su brazo político. Es el mismo tribunal constitucional en el que el gobierno del partido popular, el gobierno de Mariano Rajoy, tiene puestas sus esperanzas para acabar con el desafío secesionista. Si, definitivamente ETA ha ganado la batalla. Para llegar hasta aquí, mejor haber negociado con la banda con anterioridad y habernos ahorrado su muerte.
Con posterioridad al crimen de Miguel Ángel Blanco, ETA mató a más de 60 personas. Diez años después de su asesinato, el ayuntamiento de Ermua pidió al Foro de Ermua que dejara de usar el nombre de la localidad con el voto favorable de uno de los 4 concejales del pp. Veinte años después, los herederos de H.B, la nueva marca política de ETA, son la segunda fuerza más votada en el municipio y lo que se esperaba fuese una gran concentración en el parque que lleva su nombre y donde era concejal, apenas se reunieron 200 vecinos en una población cercana a los 17.000 habitantes. Nos quieren vender como victoria lo que ha sido una rendición incondicional, una derrota sin paliativos. ETA ya no mata porque no le interesa, no le renta. Tiene lo que quería.
Intentar homenajear a las víctimas del terrorismo con pancartas y ridículos minutos de silencio, es el penúltimo insulto a la memoria de los muertos asesinados por la banda terrorista. La memoria del español es vaga, muy vaga, es similar a la de un merluzo. Pronto hemos olvidado los tuits ofensivos del cursi de Alberto Garzón, del golfo de Zapata, que la actual concejala del distrito de Tetuán en Madrid fue candidata en su momento por HB y que la alcaldesa Manuela Carmena estaba en el Partido Comunista, partido muy compresivo siempre con la banda terrorista y donde algunos de sus militantes participaron en atentados terroristas como el de la cafetería correos. Como para luego pedirles que recuerden a Miguel Ángel Blanco, manda huevos, a quien se le ocurre semejante desfachatez. Si no somos tontos, debemos estar muy cerca de serlo. También hemos olvidado cómo los restos de Miguel Ángel Blanco tuvieron que ser trasladados a Lugo, después de ser profanada su sepultura en innumerables ocasiones.

Por favor, no ataquen nuestra inteligencia. Ríanse de nosotros, estén orgullosos de su “papelón”, pero no nos hablen de victoria allí donde solo hemos tenido derrota y humillación.