Fin del juego. Por Isabel Medina
Una vez más se nos convoca a todos al juego de las elecciones. De
repente, como un conejo sobresaltado por el ruido de un disparo, comienzan a
despertar los profesionales de la política de sus escaños, llenan los titulares
de nuestra prensa de promesas utópicas y soluciones irrealizables, comienzan
agitadamente a mover sus pulgares, escribiendo en redes ingeniosos chistes
contra candidatos de otros partidos, nos gritan enérgicos "¡muera tal
cosa!, ¡abajo la otra!", basando sus programas en amenazar a sus vecinos
de parlamento, en decir todo aquello que tienen de malo los otros sin darse
cuenta de que ni ellos mismos tienen siquiera algo bueno entre sus puntos.
Empujan al pueblo a enfrentamientos absurdos, a luchar por el poder, a tomar
las riendas de un cambio fantasma, porque el único cambio que se sucederá será
el del individuo que habite este ciclo la Moncloa. Y es que cuando llegue al
poder Pili o Mili, se darán cuenta después de terminada la semana de campaña,
después de quemar 140 millones de euros en parafernalia democrática, de haber
dividido un poco más a los españoles y después de haber vestido las calles de
nuestra patria con carteles patéticos (algo que está vez no ha sido ni
necesario, pues los del 28 de abril aún se conservan intactos), no tienen otra
cosa que hacer más que seguir dormitando en las sesiones de parlamento, pues no
están capacitados para devolver a España sus destinos, ya que sólo son
profesionales de convocar unas elecciones, de asegurar que empiecen a las nueve
y acaben a las ocho, de que en las mesas electorales estén sentados los
correspondientes cuentavotos y de agotarse en escrutinios.
Mientras tanto, haciendo tiempo para las siguientes lecciones, las
derechas se dedicarán a mantener los órdenes más injustos, a maquinar complejas
cadenas de corruptelas miserables - que ya os digo, si emplearan la misma
energía en recuperar para España la grandeza, aquí no se pondría el sol - en
olvidarse deliberadamente del pueblo, del trabajador que paga con el sudor de
su esfuerzo las francachelas de los diputados, en emplear las propuestas más
desabridas y anacrónicas, en agitar la bandera de forma repulsiva, como una
simple herramienta para reclutar adeptos, para atraer el voto nacionalista, pero
sin importarles nada España.
Y las izquierdas que no emplearían técnicas más finas, se dedicarían a
parlotear sobre humanismo y libertad como si supiesen lo que ello significa, se
construirían los palacetes más ostentosos, intentarían desenterrar algún
cadáver, liberarían algún criminal, atacarían vilmente todo lo que suponga una
tradición, tirarían por la borda el pasado - lo que les interesa - y contradirían
intransigentemente a las derechas.
Así, unos y otros coincidirán en asambleas, en mociones de censura, en
debates semejantes a funciones de marionetas, y convertirían el parlamento, esa
edificación majestuosa en el mausoleo de la patria.
¿Pero que más dará que ganen las antisociales derechas o las
antinacionales izquierdas? ¿En que cambiará nuestra suerte? ¿Ha pasado algo
desde las últimas elecciones? Recordad todo ello que se nos dijo hace siete
meses, ¿qué ha ocurrido? ¿Qué sucederá este diez de noviembre? Lo único que
cambiará será el propietario del culo que viaje de balde por todas las islas
del globo hasta las próximas elecciones.
Entonces;
¿Vais a tolerar la broma de que cada cuatro años tengamos que acudir
con una papeleta para salvar a España y a nuestra Civilización cristiana y
occidental?
Aunque triunfara en España la menos dañina de las opciones que se nos
ofrecen, vosotros, padres Españoles, aquellos que os levantáis cada madrugada
por el pan de vuestros hijos, aquellos que pagáis con vuestros impuestos los
festines de los profesionales políticos…
Vosotros estudiantes, aquellos a quienes os dicen que la patria no
existe y no encontraréis en vuestros libros la grandeza de vuestros antepasados
porque han decidido, quienes os forman, arrancar todas esas páginas de nuestra
historia, aquellos que no queréis que España siga siendo la taberna y festival
de Europa, aquellos que no encontraréis un trabajo serio y digno…
Vosotros obreros, que sacrificáis vuestra salud en construir casas que
por culpa de los lucros y usuras de nuestros bancos jamás verán dentro una
familia, vosotros católicos, a quienes van a decir que Dios ha muerto, pero os
exigirán respeto hacia aquellos que precisamente se proclaman sus asesinos…
Vosotras mujeres, que os envenenan cada día con las más odiosas de las
doctrinas, quienes llegáis cansadas de vuestras oficinas, no veis crecer a
vuestros hijos y sólo os queda darles un beso en la tierna frente cuando ellos
ya están dormidos…
Vosotros, patriotas, buenas gentes nacionales, que vais a ver reducida
a la nada nuestra España, que nos obligan a asistir con lágrimas en los ojos a
la luenga agonía de la patria sin poder hacer nada…
Vosotros, ¿vais a tolerar la broma de que cuatro iluminados con corbata
os prometan cosas que no van a cumplir, os distraigan de los grandes destinos
que acaso como españoles debiéramos seguir con la charanga del escrutinio, os
digan que sois libres mientras ellos mismos saben que la libertad murió a manos
del liberalismo, os tranquilicen con propaganda marrana y tibias palabrerías
pusilánimes diciendo que os devolverán la paz que un día nos robaron?
Es mucha broma ésta y nosotros, al menos, ya no la toleramos. Y como no
la toleramos entre tantos ¡abajo!, nosotros gritamos ¡arriba!, ¡Arriba España!.
Gritamos fuerte que España no se va a salvar en el juego de las elecciones, que
una papeleta, un simple trozo de papel no va a lograr hacer de parche para los
pinchazos de nuestra nación, cada día más deshinchada por obra de quienes la
conducen. Y por esto mismo no acataremos el resultado de las elecciones. No nos
apetece asistir de brazos cruzados al suicido de Nuestra España, y nos importa
bien poco quienes se nos declaran como enemigos; España recobrará el timón de
sus grandes destinos, recuperará la unidad y la armonía, la justicia, la fuerza,
la belleza y la libertad.
Aún los cautos, los escépticos, esbozarán una sonrisa al leer esto.
Pensarán que no somos más que cuatro gatos sin dos duros ni un sitio donde
caernos muertos (porque se les olvida que nosotros hemos caído muertos por
todos los rincones de España). Nos dirán que no se pueden arreglar las cosas
solamente con el entusiasmo de unos pocos. Pero yo os digo que los cautos y los
escépticos se han equivocado siempre, que la fe es la única capaz de remover
montañas y que si el entusiasmo de estos cuatro gatos se desborda arrastrará
con él a todos aquellos que amparados en sus años y su experiencia pretenden
robarnos el mañana, un mañana... ¡que nos pertenece!.
Isabel Medina