LA ANTI-ESPAÑA (PROTESTANTISMO, MASONERIA, LIBERALISMO, SOCIALISMO Y DEMOCRACIA). Por Carlos Rodríguez

LA ANTI-ESPAÑA (PROTESTANTISMO, MASONERIA, LIBERALISMO, SOCIALISMO Y DEMOCRACIA). Por Carlos Rodríguez
        En sus orígenes la Masonería no era más que un grupo de arquitectos y constructores cristianos que en el Medievo tenían conocimientos y técnicas avanzadas destinados a la construcción de las grandes catedrales y edificios religiosos típicos de la época.              Durante los siglos XVII y XVIII una banda de pastores protestantes se introdujeron en ella para transformarla en sectas, unas veces protestantes, otras laicistas, pero siempre anticatólicas y que dieron lugar a la masonería especulativa,  cuyo patrón era la gran logia de Londres, identificada con la Iglesia Anglicana y Presbiteriana y que estaba al servicio del imperialismo de la corona británica. Esta logia fue el ejemplo  a seguir por el resto de las logias británicas que forman la denominada masonería regular

         Inglaterra, que había perdido su primer imperio en América en el siglo XVII a manos de la entonces potentísima España, tuvo que desistir de su codicia de aniquilar y repartirse el Imperio Español, compensando estas ambiciones con un plan más codicioso aún y que no era otro, que la conquista de todo el Imperio Español en el continente e islas americanas y en Filipinas.

 

                   Gracias a la gran obra social y evangelizadora, unida a la gran potencia militar que era entonces España, los nativos hispano-americanos componentes de los ejércitos españoles derrotaron una y otra vez a las fuerzas-piratas británicas. Los fracasos no lograron que los británicos cejaran en su empeño y prepararon el asalto al Río de la Plata con fuerzas capitaneadas por el Duque de Wellington.

 

         La invasión de España por Napoleón sorprendió a los británicos y en un descarado ejemplo de hipocresía británico-masónica las tropas destinadas a la conquista de Buenos Aires contra los españoles fueron trasladadas a Portugal con el mismo Wellington a la cabeza, para luchar al lado de España en la guerra contra los masones franceses (francmasonería), cuyo gran maestre era José Bonaparte –hermano de Napoleón- y que fue coronado como rey de España creando una considerable red de logias masónicas en todo el territorio español, tanto en la península ibérica como en Ultramar.

 

         Como se ha citado, lo que pasó a la historia de forma entrañable para España como Guerra de la Independencia fue un choque de intereses entre la masonería regular británica y la francmasonería, tan bien representadas, sobre todo la primera, entre los componentes del parto de la constitución de Cádiz de 1812, incluido Agustín Arguelles, primer político profesional de la historia de España y que con el tiempo fue ministro de gobernación entre 1820 y 1823 y tutor de la reina Isabel II. Como podemos ver, los masones se introducen por todos lados, lo mismo con las logias británicas que con las francesas y lo mismo con los absolutistas de Fernando VII que en los entornos liberales de Isabel II.

 

         Después de derrotar a los franceses toma las riendas la masonería británica que desde Gibraltar, mediante el gran maestre de la gran logia de Londres, el Duque de Wharton, dio cuerpo definitivo a la masonería francesa y a la española creando la logia de las tres flores de Lis, implantando su sede en pleno corazón de Madrid. Es de destacar que el actual escudo de España lleva impresas las tres flores de Lis, demostrando así quién diseño la cacareada transición y por qué nos encontramos en esta triste realidad. Los masones, a pesar de haber pasado de sociedad secreta a sociedad discreta, se reconocen entre sí por medio de signos, símbolos y emblemas. En Madrid, el obelisco situado en la Plaza de Castilla, construido por orden del Alcalde Ruiz Gallardón, supera en altura a la torre más alta de cualquier catedral católica de España, en señal del dominio del poder masón.

 

         El Duque de Wharton era de confesión y práctica católica y está enterrado en el Monasterio de Poblet. En aquella época el Vaticano no había condenado a la Masonería, lo que fue aprovechado por los masones para introducirse, algunos de buena fe, como el Duque de Wharton, en la Iglesia Católica y lograr de forma más sencilla sus propósitos políticos y económicos.

 

         Después de los sucesivos fracasos en la conquista del Imperio Español por vía militar, los británicos se lanzan a la conquista de América por medio del imperialismo económico, que son las democracias y su liberalismo. Todos los que son conocidos como “libertadores” son masones. Y los Borbones, aunque no lo eran, tenían gran dependencia de estos a través de sus ministros y altos funcionarios.

 

         España, en 1815 ya había recuperado su poder político y militar en todo su imperio. Aún así, las logias masónicas tuvieron un destacado papel en los procesos de independencia.

 

Para oponerse a los británicos en sus ansias de conquista en el Mar del Plata, España tenía preparado el envío de un segundo remanente de escuadras y tropas, pero el famoso liberal masón, entonces comandante, Riego, en unión del también masón, intendente del ejercito de la Isla y después ministro “desamortizador”, Juan Álvarez Mendizábal (en realidad su nombre era Álvarez Méndez), impidió el citado envío con el fin de beneficiar a los también masones independentistas, San Martín y Bolívar.

 

         Esta gran conspiración masónica en la España ibérica y en la de ultramar, produjo el inicio de la pérdida del Imperio Español, Méjico, Argentina y Chile que se consumó en 1898 con las proclamaciones de independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Casi la totalidad de los independentistas, además de masones, eran españoles de nacimiento pero no de sentimiento y todos liberales y demócratas. Una vez lograda la independencia de Ultramar ejercieron de dictadores enemistándose entre ellos, como suele pasar entre los simpatizantes de las democracias cuando acarician el poder.

 

         En Filipinas, el escritor y poeta criollo hispano-filipino José Rizal, durante muchas épocas residente el Londres y Madrid, fundó en Hong-Kong la masónica liga filipina, fue el cabecilla de los independentistas y organizó la insurrección y la matanza de Katipunan, tras la cual fue arrestado y fusilado por las autoridades españolas.

 

         En Cuba, el también escritor hispano-cubano, el masón José Martí, fundó en Nueva York diversos periódicos de orientación democrática-liberal-masónica. Organizo los ataques contra la soberanía española en Cuba y durante sus arrestos le deportaban a la España ibérica. Posteriormente firmó el manifiesto ideológico independentista Monte Cristi y volvió a Cuba, donde murió combatiendo contra las tropas españolas.

 

         En Puerto Rico, después de varios intentos secesionistas, todos fracasados, España concedió a la isla un régimen de autonomía presidido por el masón español Quiñones en 1897, que duró un año, hasta que Estados Unidos ocupó la isla a raíz de la guerra Hispano-Americana.

 

         Pero volvamos a recuperar el orden cronológico:

 

Los periodos de más predominio masónico en España se caracterizaron por la extirpación de la cultura y de la Iglesia Católica de la Nación, secularizándola totalmente, de hecho, el trienio constitucional (1820/1823) y el sexenio revolucionario (1868/1874) acaban cuarteando a España.

 

         En 1870 el general masón Juan Prim, después de participar en las campañas de Puerto Rico, Marruecos y Méjico, entre otras, intervino en diversos pronunciamientos. Fue ministro de la guerra y jefe del gobierno, de carácter liberal y monárquico, aunque de visceral odio a los Borbones, e impuso la corona de España al rey, también masón, Amadeo I de Saboya.

 

         La primera república (1873) derivó en un cantonalismo en el que a las regiones las denominaban A, B, C, D (para desperdigarlas y desarraigarlas del nombre y origen español), redactando una constitución que no llegó a ser aplicada, y declarando a estas regiones-cantones como estados soberanos agrupados en una nación federal, en la que sus cuatros presidentes, aunque de diversas tendencias, todos liberales, eran masones. Figueras, Pi-Margall, Salmerón y Castelar presidieron la república del caos y el desbarajuste, hasta que el Capitán General de Castilla La Nueva, el General Manuel Pavía se opuso al federalismo, tomó las cortes y las disolvió.

 

         También de la mano de la masonería llega a España la Segunda República. Niceto Alcalá Zamora, miembro del partido liberal se adhiere al republicanismo en 1930 y con la colaboración del General Dámaso Berenguer, nacido en la Cuba española en 1878 ya casi controlada por la masonería, traen el 14 de abril de 1931, en un disimulado golpe de estado, la república. Alcalá Zamora, jefe del gobierno, tanto en la monarquía (1930) como con la república (1931), fue sustituido (o más bien expulsado) por el también masón Manuel Azaña que junto al PSOE, poblado de masones, provocaron la guerra civil española en 1936.

 

         Los ataques a la Unidad de España y a la Iglesia Católica durante la república fueron durísimos y constantes, y de los que fueron parte muy significativa Esquerra Republicana de Cataluña, creada por el teniente coronel del ejército español, el masón Francisco Maciá (que en 1926 dirigió un intento de insurrección armada contra el gobierno del General Primo de Rivera) fue el primer presidente de la generalidad catalana entre 1931 y 1933. En 1934 ocupó su cargo el también masón Luis Companys, que ese mismo año fue encarcelado por rebelarse contra el gobierno central de la república y declarar el estado independiente de Cataluña. En 1936, tras el triunfo del Frente Popular, volvió a su cargo hasta 1939, exiliándose a Francia donde fue apresado por la Gestapo y entregado al gobierno español resultante del triunfo de las Nacionales en la guerra civil. Fue juzgado y condenado a muerte, siendo fusilado en 1940. La actual Esquerra de Cataluña va más allá en sus ataques contra la Unidad de España y en su carácter masónico.

  

 

Según estudios de Ricardo de la Cierva, los masones que casi desintegran España durante la Segunda Republica eran solamente unos 5.000, todos ocupando altos puestos en los gobiernos, en los partidos políticos, cargos ministeriales, financieros, etc. Sobre todo en el PSOE, en el que la mayoría de sus máximos dirigentes y ministros pertenecían a diferentes logias. Sí, sólo 5.000 Y MIRAD LO QUE HICIERON, y según el mismo estudio de De la Cierva, el numero de masones que hay en España en la actualidad, en cerca de 30 obediencias y grupos masónicos, son una cifra no muy superior a la de 5.000 antes mencionada, todos también, claro, en puestos de alta dirección en España y en sus organismos internacionales. A este respecto el citado historiador dice:

  

“En medio de los eternos bandazos que, por desgracia, configuran la moderna historia de España, nos debatimos hoy en una cresta masónica que, como en casos anteriores, amenaza gravemente nuestra unidad nacional, nuestra misma existencia como Nación”.

 

         Ricardo de la Cierva acaba el citado informe diciendo “que los innumerables santos y mártires españoles de la segunda república nos protejan”.

 

         Aunque los combatientes y el resto de la población no lo sabían, la guerra civil en realidad fue una guerra entre el laicismo masón y la fe y el sentido nacional español y la cultura Católica.

 

         Como hemos ya mencionado, la transición, incluido el asesinato de Carrero Blanco, fue diseñada por agentes miembros de las logias y clubes masónicos con poder en gobiernos extranjeros con la colaboración de también masones reclutados entre los gobernantes del antiguo régimen. Como parte de esta transición está la constitución ilegal de 1978. Ilegal sí, ya que como se ha explicado en otras ocasiones fue realizada por unas cortes legislativas y no constituyentes y de la que hay que resaltar que en el congreso constituyente de la citada constitución no se quería incluir el término “Nación Española”. De hecho se celebró un encuentro en la terraza del Casino de Madrid entre, por un lado, Ricardo de la Cierva y Julián Marías y, por otro, el rey y el presidente del gobierno –Adolfo Suárez- en la que los primeros presentaron un borrador en el que se citaba a España como Nación, que con algunas objeciones aceptaron los segundos, y fue gracias al historiador de la Cierva y al profesor Marías por lo que pudo ser incluido ese término, desde el senado, en el prólogo.

 

Por nuestra parte sólo diremos al respecto: Gracias Don Ricardo de la Cierva, gracias Don Julián Marías por su tenacidad y sensatez patriótica mostrada ante tan siniestros personajes.

 

Carlos Rodríguez. Jefe Nacional del TNS

 

 

 

(*) Textos consultados: Textos de Historiador D. Ricardo de la Cierva.

Libro “La Masonería en España” Profesora Dolores Gomez-Molleda.

Revista Masónica “Hiram Abif” de Buenos Aires.

Artículos de Joan Palmarola (corresponsal en España de Hiram Abif).