EL FUTURO ERA ESTO. Por J.L. Antonaya
Creíamos que el futuro iban a ser coches voladores, la gorra de béisbol con colorines de Marty McFly, chicas vestidas con ceñidos monos luminiscentes y bonachones robots con caras simpáticas.
Pero el futuro que nos esperaba eran confinamientos obligatorios, falaces alarmismos climáticos, zombies idiotas con bozal y eutanásicas vacunas asesinas.
Creíamos que el futuro iban a ser chicas guapas, de piernas largas y escotes generosos y elegantes.
Pero el futuro que nos esperaba eran gordas malolientes con burka o con pelo morado y sobacos sin depilar. La charocracia.
Creíamos que el futuro iban a ser ciudades limpias y monorraíles supersónicos.
Pero el futuro que nos esperaba eran peligrosos barrios africanos o andinos trasplantados a las ciudades europeas. Junglas de delincuencia, tercermundismo y suciedad.
Creíamos que el futuro iba a ser una España más industrializada todavía, más pantanos, más autopistas, más cultura.
Pero el futuro que nos esperaba era una monarquía bananera, con asesinos etarras sustentando un gobierno de ladrones, traidores, charochonis y progres afeminados.
Creíamos que el futuro iba a consolidar nuestra posición como potencia agrícola y ganadera.
Pero el futuro que nos esperaba era ver nuestro campo arruinado mientras los productos basura de Marruecos inundan nuestros mercados. Era ver olivares arrancados para instalar estúpidas e ineficientes placas solares que sólo benefician a los especuladores y a los mangantes conchabados con los políticos.
Creíamos que el futuro iban a ser jóvenes familias trabajadoras con viviendas y sueldos dignos.
Pero lo que nos esperaba eran sueldos de miseria, capitalismo salvaje, infraviviendas y parejas que no pueden permitirse el lujo de tener hijos porque las escasas ayudas sociales son para los extranjeros sin formación que precarizan el mercado laboral.
Creíamos que España - el país que más crecía en Europa en los años setenta- iba a consolidarse como potencia.
Pero lo que nos esperaba era el destino que nos reservaron en las covachuelas eurócratas y en los bilderbergs y agendas globalistas: Una colonia subdesarrollada al servicio de las élites financieras.
Un país de putas y camareros ensayando la mejor forma de extinguirse.