Libertad y rebeldía compartidas.
Prólogo de Rafael Nieto al libro "Que no te engañen" de Jesús Muñoz
Siempre he mantenido la teoría de que
hay periodistas que no tienen el título, pero son "muy periodistas",
y licenciados en Periodismo que no serán periodistas en su vida, porque ni
piensan, ni sienten, ni leen, ni por tanto escriben como periodistas. Esto que
Vds. están empezando a leer ahora mismo es el prólogo que hace un periodista
(para servir a Dios y a ustedes) a otro periodista, que es Jesús Muñoz. Y es
indiferente en lo que circunstancialmente trabaje u ocupe sus días, porque de
los años de amistad que he podido compartir con él, si algo he tenido siempre
claro es que estaba tratando con un colega.
Pero no solamente eso. Jesús es
periodista como yo, y es católico y patriota como yo. Por eso, en sus
intervenciones radiofónicas de "Sencillamente Radio", que ahora
pueden Vds. disfrutar en su formato literario, muchos oyentes creen estar
escuchando también "editoriales". Tanto la temática, como la forma y
el estilo que suele utilizar representan, en buena medida, la línea de un
programa que, después de casi cuatro décadas seguidas en antena, es más que una
institución de Radio Inter. Es uno de los pocos focos de resistencia que aún
quedan contra un sistema político que ahoga los intereses nacionales.
Hasta tal punto es perseguido el
patriotismo en nuestros días, y es tal la saña con la que las instituciones
"democráticas" se emplean contra aquellos que pretenden defender la
unidad de España, que cada vez son menos los espacios en los que es posible
escuchar las ideas que suele expresar Jesús en sus comentarios. Y ello es
posible por tres razones principales: por la libertad que siempre nos ha dado
la dirección de Radio Inter para defender nuestra línea editorial, por la
libertad que nos permiten los patrocinadores y anunciantes de Sencillamente
Radio (sin los cuales, nada sería posible) y por el empeño personal, el
sacrificio y la constancia que viene demostrando Jesús durante tantos años,
estando todos los domingos (con poquísimas faltas) marcando los teléfonos
directos del programa, sin ningún tipo de privilegio sobre los demás oyentes,
para poder leer sus artículos en antena.
Jesús es un falangista de libro. Te
da la mano mientras te mira a los ojos, o te da un abrazo fraterno, y sabes que
tras su mirada y sus palabras hay sinceridad, lealtad e integridad. Es igual en
su vida privada que cuando habla en la radio; igual en su puesto de trabajo,
que cuando se moviliza en marchas patrióticas, cuando arma la revista del
Sindicato TNS o cuando acompaña a sus hijos al fútbol. Y es esa coherencia de
vida y de pensamiento lo que le permite hablar con esa rotunda libertad, con
ese descaro del que nada tiene que perder, con la rebeldía permanente del que
lucha, palabra a palabra, por conquistar unos intereses que, en realidad, son
colectivos, son de todos y para todos.
No voy a negar, porque se lo he dicho
a él a la cara, que muchos de sus comentarios me han causado preocupación y, en
alguna ocasión, me han generado algún pequeño conflicto. Es normal. Cuando se
exponen ideas y principios sin filtro de ninguna clase, cuando se da rienda
suelta al corazón y a la cabeza, pero no se pone la sordina que exige el
Sistema para resultar más digerible, los efectos no siempre resultan cómodos.
Jesús es auténtico e incorregible, rotundo y tenaz, incapaz de quedarse en las
medias tintas teniendo la oportunidad de proyectar sobre las ondas la tinta
entera de su discurso.
Fui primero oyente suyo en la etapa
en que Eduardo García Serrano dirigía el programa. Recuerdo que siempre
pensaba: "Este Jesús debe ser un tío cojonudo". Después de hacerme
cargo de Sencillamente Radio en 2012, he podido tratarle personalmente, y
compartir mesa y mantel en almuerzos donde siempre hemos intercambiado
impresiones sobre nuestra visión dolorida, pero siempre esperanzada, de nuestra
Patria común, de nuestra querida España. No siempre estando de acuerdo sobre el
diagnóstico de la situación, ni sobre las posibles soluciones que deberían
aplicarse; pero sí de acuerdo, siempre, en el deseo ardiente de que podamos
recuperar la España fuerte, unida y fecunda que un día tuvimos, y que nos
dejamos arrebatar a cambio de casi nada.
Como director del programa, sé que
muchos de nuestros oyentes esperan el momento en que Jesús da los "buenos
días" y se arranca, sin preámbulos ni adornos vanos, con esa catarata de
palabras que se cuelan, casi sin quererlo, en los oídos y en el entendimiento.
Con la irreprimible fuerza de la verdad. Con el arrojo del que nada teme. Con
la rebeldía del revolucionario que no pelea sólo por lo suyo (forma, en todo
caso, legítima de egoísmo), sino que pelea también por el pan, la Patria y la
Justicia de todos. A veces me sorprende, otras me impresiona, casi nunca me
deja indiferente. Y mientras le escucho, pienso que es una suerte que tengamos,
él y yo, todos los que participamos de alguna manera en este debate sin igual,
esa bendita libertad que..., ¡quién sabe si durará para siempre, o la
perderemos también, en fin, como hemos perdido tantas cosas!
En alguna ocasión (la última, en la
presentación de mi libro "España no se vota" en la sede de la
Hermandad Nacional de la Vieja Guardia de Falange) Jesús me ha escuchado decir
que no me siento falangista porque carezco de espíritu revolucionario. Es
verdad. Además, creo que ese espíritu, como otras virtudes, se tienen o no se
tienen, porque están imbricadas (o no) en lo más profundo del alma, forman
parte de la manera de ser, de entender y de actuar. Yo soy un patriota
tradicionalista, con un sentido de la justicia social que entronca con la
Doctrina Social de la Iglesia, pero no me siento parte de la gran (y querida
por mí) familia falangista. Poco importa, realmente. Porque ellos y yo, Jesús y
yo, estamos juntos en otro barco que es mucho mayor y más importante. El barco
de la defensa de lo más auténticamente nuestro; de la Fe de nuestros ancestros
y de nuestros hijos, de la tierra pródiga que pisamos, de tantos héroes del
pasado a los que debemos emular si queremos volver a izar, limpia y ondeante,
la bandera rojigualda para ese nuevo Día de la Victoria que nos espera.
Gracias, Jesús, por querer que fuera
yo el autor de este simulacro de prólogo que he intentado componer. Gracias por
tantos madrugones de domingo, dejando enfriarse los churros en el plato
mientras tu mujer pacientemente espera (otra vez) que consigas línea e
intervenir en la radio para desayunar todos juntos.
Gracias por atreverte a sostener el
mástil de la dignidad nacional, ahogada por tanta cobardía y por tanta
mediocridad. Gracias por aceptar la amistad de este comunicador que intenta,
cada domingo, conseguir el equilibrio perfecto entre muy distintos intereses,
pensamientos y emociones de sus oyentes/participantes. Y que a veces, aunque no
siempre, sale victorioso de tan ardua empresa.
Y gracias también a Enrique Uribe,
editor tuyo y mío, por hacer posible la libertad de expresión y de opinión de
tantos que nos resistimos a ser paniaguados del poder, y hemos elegido este
otro camino, tortuoso a veces pero tan gratificante a la postre, que es el de
la resistencia y la rebeldía.
Rafael
Nieto
Toledo,
frente al Alcázar, 12-8-2017
Prólogo
para el libro "Que no te engañen" de Jesús Muñoz