Embajador en el infierno. Un año de combate. Por Simón de Monfort

Embajador en el infierno. Un año de combate. Por Simón de Monfort
Este es el título del libro sobre el combate y cautiverio del capitán Palacios, en el frente del este y la Rusia soviética. Este bravo capitán supo poner el estandarte español en lo más alto, aún en las circunstancias más difíciles. Sabiendo guardar la dignidad del soldado español sobre cualquier miseria humana. 
Lejos de querer compararnos a tan Hidalgo caballero, ni ver siquiera un pequeño reflejo de su gallardía en nuestras circunstancias, sí nos parece adecuado el título de embajadores en este infierno dantesco, que ha convertido Daesh la tierra por la que ha pasado.
Un año hace que llegamos los primeros españoles a esta guerra maldita, una guerra inventada, como calificara una hermana argentina, "sobre un escritorio". Nadie que conociera estas tierras antes de la aparición de Daesh, podía prever tanto odio y destrucción. Se dice que la convivencia entre musulmanes, cristianos, yazidies y otras minorías era real. La situación económica en un desarrollo continuo aunque lento. Y el sistema político, aun con deficiencias, permitía las libertades básicas de asociación, manifestación, etc.
Fueron los intereses occidentales ante una crisis económica y energética, junto a la voluntad hegemónica en la zona de un Israel que alienta conflictos entre sus enemigos comunes, los que alimentaron la bestia del yihaidismo radical, dando rienda suelta y financiando y armando a los más salvajes terroristas. La llegada de yihaidistas de otros países convirtió, lo que en un principio parecía una guerra civil, en una invasión de los peores elementos al servicio del wahabismo islámico.
En medio, y a río revuelto, corruptos al servicio americano, como Barzani, tratando de aumentar sus negocios a costa del expolio de su pueblo, abanderando un Kurdistán liberal y capitalista al margen del verdadero sentimiento del pueblo kurdo.
Muchos años harán falta para reconstruir lo destruido, los edificios, iglesias, infraestructuras...Pero también la confianza entre unos y otros para poder volver a convivir sin recelos. Eso creo que será lo más difícil pues el daño causado de forma tan cruel deja cicatrices en lo más profundo del subconsciente colectivo de estos pueblos y minorías.
Mientras, la ayuda que desde la más altas estancias de la jerarquía eclesiástica se ha efectuado, se limitan a ayudar y colaborar con la limpieza étnica acometida, invitando a una emigración forzosa dejando hogares y tierras ancestrales por una ciudadanía de segunda en capitales europeas. Perdiendo el arraigo a las tierras a las que pertenecen y que les pertenecen.
Es falsa misericordia y falso pacifismo que otorga la victoria al opresor por no querer enfrentar el mal con la fuerza de la verdad y la justicia, aún con las armas en la mano. Los cristianos de Oriente Medio se sienten huérfanos y abandonados. Y es que el falso ecumenismo que iguala religiones ha decidido por ellos, ha decidido que Oriente Medio pertenece al Islam.
Todo esto hace de unas tierras otrora ricas en costumbres, tolerancia, historia e incluso recursos económicos... tierra de desolación y odio. Un verdadero infierno.
Un año en el infierno donde hemos podido ser testigos de lo peor que el hombre es capaz de representar. Pero también de lo mejor que se puede mostrar.
Hemos visto el odio, pero también el amor.
La venganza y el perdón.
Actitudes cobardes frente a las más valientes.
Egoísmo de unos contra altruismo de muchos.
Personalismos y compañerismos.
Destrucción, pero también reconstrucción.
Tribulaciones y confianza.
Dudas y Fe.
Amargura y también esperanza.

Todo eso que tan visiblemente podemos a diario vivir y contrastar, permanece de forma más solapada en la sociedad consumista occidental. El aletargamiento del modernismo capitalista contrasta con las vivencias continuas de la necesidad y dificultad.

La guerra trae desastres, pero hace valorar las cosas que verdaderamente valen la pena de las superficiales.
Cuando uno ha bajado a los infiernos no tiene prisa por volver, no porque no anhele una vida más confortable y tranquila, sino porque se da cuenta de todo lo vivido en tan poco tiempo, es consciente de lo que habría perdido de no haber venido. De cómo se pierde el tiempo, incluso la vida en el mundo vacío de vivencias pero colmado de cosas, en el mundo de la caverna y las ilusiones necias.
No se ha terminado con Daesh, y los coletazos que todavía acomete se ha llevado la vida de varios camaradas y amigos en los últimos días. Esto nos motiva más a seguir combatiendo el mal que representa, no por venganza, sino por justicia.
No hay pactos con el diablo y no puede haberlos con los terroristas. Sólo la victoria puede ser la salida al conflicto. No puede haber tratos ni reparticiones, el islamismo radical no entiende de perdón ni misericordia, no sólo no lo entiende sino que lo desprecia.
Es por ello que no se puede tener clemencia con quién se mofa de ésta, viendo en ella únicamente la estratagema para reforzarse y atacar con más saña y fuerza.
Acabaremos con este cáncer no dejando la más mínima capacidad de reproducción, o en poco tiempo nos veremos inmersos en similares conflictos.
Y quiera Dios que sirva también para desvelar los oscuros y bastardos intereses que han alimentado a la bestia.
Saludos en Cristo Rey y gracias a todos los que han apoyado y siguen apoyando la lucha contra el mal.

Simón de Monfort     
(Desde el frente de batalla, en la lucha contra el DAESH) 

Aquí tienes su página de Facebook desde la que narra su gesta